A pesar del tiempo y la distancia, siguen vivos en nuestros corazones.
Quiquenale con huevo y frijales!
Estas palabras retumbaron en mis oídos, despertándome súbitamente. Lo mas extraño fue que, al abrir los ojos, me encontré con una imagen bastante familiar.
La terraza siguia igual a como la recuerdo, los ladrillos rojos, la reja negra. El jardín con el zacate a ras, la matita de rosas, la curva, siempre con la franja roja. Alcanzaba a ver la sala desde la calle, aun con las cortinas transparentes llenas de polvo y recuerdos, que han sido testigos mudos del diario acontecer.
La columna delgada sigue haciendo su trabajo, y su color rojo permanece inalterable a pesar del paso de la lluvia, frió, humedad y huracanes. Las sillas blancas de metal oxidadas, permanecen en el mismo sitio, como si observaran a la mesita redonda con su base de cristal. El resto de las matas y las macetas nos rodean y parece querer decirme algo. Todo esto lo observo con triste nostalgia, y las lagrimas quieren hacer su aparición.
Hola Enrique, veo que has crecido desde la ultima vez que nos vimos. Apenas eras un rapasuelo cuando deje de verte. - Observo el rostro de quien me dice estas palabras, y me es familiar, veo los rasgos de varios de mis familiares, mas sin embargo no alcanzo a reconocer quien es mi interlocutor.
Hola Señor, no tengo el gusto de conocerle, pero me parece que nos hemos visto antes.- Al terminar de decir estas frases, el señor en cuestión se echa una carcajada que retumba en toda la casa. Mas sin embargo, el miedo se ha disipado, una atmósfera de paz y tranquilidad me rodea.
No fastidies al muchacho, y dile quien eres, carambas! - Detrás mio surge una voz que alcanzo a reconocer inmediatamente. Quedo estupefacto, porque siento su mano sobre mi hombro y trato de hacer tripas corazón, para evitar llorar.
Si, soy yo hijo, tus pensamientos no te están mintiendo. - Permanecí inmóvil sin poder articular palabra o gesto alguno.
De repente, ambos se sientan a la sombra de las matas, en las mecedoras de metal y me invitan a acompañarlos.
Hijo, no sientas miedo. Estamos aquí porque así nos lo pediste. - Me dice el señor de mas edad, con el libro en mano, con esa sonrisa picara que recuerdo perfectamente.
Pero es imposible que ustedes hayan podido escucharme, si ayer que fui a la iglesia le pedí al Altísimo que los cuidara en donde quiera que estuvieran, ya que siempre nos acordamos de ustedes. Me sentía triste y nostalgico. - Los mire fijamente, y observe que ambos irradiaban una tenue luz que los cubría, mas sin embargo permitía distinguirlos.
Y es por eso precisamente que estamos aquí Enrique. - Se quita la gorra el señor que antes rió, se enjuga el sudor, y entonces caigo en la cuenta de quien es. - Para recordarles a ti y a los demás que a pesar de que ya pasaron 28 años en mi caso, y en el de el, 14, aun seguimos aquí. Claro, no físicamente, pero mientras ustedes nos sigan teniendo presentes, seguiremos vivos. - El seguía sonriendo e intento acercarse, pero lo pensó mejor y se mantuvo en su lugar.
Pero si eres tu, el de la foto! eres tu! - Después de haber dicho esto, el ultimo resquicio de temor se esfumo, y empezamos a charlar sobre muy diversos temas. Luego de largo rato de platicar (que me pareció una eternidad) se levantaron, y se retiraron. Entraron a la casa y cuando intente seguirles, ya no estaban. Solo alcance a ver la luz blanca, que se disipo al intentar tocarla...
Lo que me dijeron ese día, no puedo recordarlo. Solo algunas frases sueltas, ya que todo me parece como un sueño...pero me sigo aferrando el sentimiento de alegría de haberles visto nuevamente, y no quiero que se pierda nunca. Todo lo anterior surgió como si hubiera estado en trance, y al regresar a la realidad me encontré nuevamente en mi cuarto a oscuras.
Me asomo a la ventana, y sonrío, porque se que ellos me estaban observando, desde algún punto del universo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario