Podría aburrirlos con detalles al respecto, pero no soy el indicado, y mucho menos deseo arruinarles la sorpresa. A todos, antes o después, les llegara la oportunidad de entender a lo que me refiero.
Caminando por la playa, con el mar azul y la brisa marina dándome en la cara, me senté a admirar tan hermoso paisaje, lleno de paz y mucha alegría, resguardandome del sol, en aquellas palmeras cuya sombra parecía infinita.
Una buena dosis de sol, mar y playa, inyectaron en mi la fuerza necesaria para seguir mi incierto camino. En el trayecto, algo llamo poderosamente mi atención. Eran dos bolas de pelo blanco, que se perseguían y jugaban entre si, arañándose y mordiéndose, aunque en un tono juguetón. Por alguna razón desconocida, me acerque a ver que eran. Cuando las tuve delante, pude ver que se trataban de dos gatos, blancos como la nieve.
Al escuchar mis pasos, ambos mínimos se detuvieron en seco, y me miraron. Simplemente no podía creer lo que mis ojos veían, eran Varilka y Falcor!
Ambos felinos quedaron atónitos ante mi presencia, pero creo que el mas asustado fui yo. Me acerque a ellos y les empece a acariciar, pero ambos me empezaron a morder! Sonreí, porque ese comportamiento era típico de ambos animalitos.
Minutos después, ambos se pusieron en alerta y salieron corriendo a toda velocidad, y los seguí. Me condujeron hacia una sombra, donde había mas palmeras.
En un rincón, Vader, Jonas y concho, se encontraban echándola como si no hubiera un mañana, mientras en el lado opuesto, Cri Cri los observaba con cierta tristeza, que se disipo apenas me vio. Como era su costumbre, se me empezó a untar en la pierna y lo abrace, no dejo de lamerme la cara.
Los gatos, al sentir mi presencia, se levantaron de sus aposentos y fueron hacia mi, rodeándome, y esperando por una caricia. A todos les toco, y en buena proporción.
Al paso de muchas horas de estar con ellos, caí en cuenta que alguien me hacia falta por ver. Por instinto, silbe como cuando la llamaba, y escuche como los matorrales se movían ante la proximidad de algún ser. Cual va a ser mi sorpresa, la ver llegar a mi amada canela, que con la velocidad del rayo, se me fue a tirar y casi me manda al suelo.
Tuve ganas de llorar, al tenerla nuevamente entre mis brazos. Pero lo mas importante, fue que por su forma de mirarme, sentí que me estaba perdonando. No puedo explicarlo; pero la sensación de tranquilidad, me invadió, y las lagrimas no tardaron en brotar, ahora si.
Al atardecer, ambos nos fuimos a la playa, con ella a mi lado, tratando de acurrucarse bajo mi regazo, con esa desesperación propio de la canela. Nos quedamos tanto tiempo, que ya no se supe cuanto fue...